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domingo, 31 de diciembre de 2017

CRÓNICAS DEL OBSERVADOR






Y sí... el roble volvió a caer, sus cimientos se estremecieron, cedieron ante el cataclismo, colapsando sobre sí mismo. Su caída tiró por tierra las miradas esperanzadas de quienes vivían a su sombra, levantó una imponente nube de polvo y escombro, ahogando las silenciosas esperanzas que en él habitaban.

Una vez más la pesadumbre volvió a apoderarse de todos ustedes, la obscuridad imperó en sus noches y las calles antes llenas de vida, ahora polvorientas fueron tomadas por la tragedia y la desgracia, ya no ajena sino propia, tuya, más tuya que de nadie.

Ironía del destino, su broma cruel los hizo rehenes desgraciados de un acto por ustedes incomprendido, ¿acaso creían haber expiado sus culpas décadas antes?

Buscando explicaciones, culpables, señalando a la conciencia eterna, al universo tal vez. Y a partir de eso, todo cambió, lo que antes no ocurría parece perfilarse como una realidad cotidiana, no eventualidades sino constantes. De tal manera habrá que sobrevivir.

¿Sobrevivencia?

En efecto, ustedes que ahora recuperan sus calles, sus vidas, deben tener presente que lo que conocen como realidades han sido vulneradas y nunca serán lo que fueron, el dinamismo que sus historias les impone los obliga a adaptarse, a no acostumbrarse a los momentos, que son la nada, que eternamente serán efímeros.

Acaso si una enseñanza les ha quedado, es la de disfrutar cada instante de manera ilimitada, de intenso placer porque su gozo será tan eventual, tan fugaz como su propia vida, volteen y revisen su camino, aprendan y no profieran maldiciones como siempre lo han hecho.

Sobrevivan sin el roble que los había cobijado.


Agradezcan y conmemoren alegremente la conclusión de su ficticia división temporal ...curiosamente, en esta ocasión lo merecen.



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