traición
Sorprendido por la casualidad y deambulando
por una calle, de las muchas que hay, en donde los periplos se entrelazan, o
simplemente se cruzan, dejándose atrás como si cualquier otra cosa hubiese
ocurrido. A diferencia de aquellos que en ese momento se trenzan e inician la
construcción de grandes o bien fatales
historias de vida.
Ahí la encontré, lamentándose de
sus heridas que por más acariciadas no lograba sanar, la tomé de los hombros y
la pegué a mi pecho, más al sentir la tibieza de mis brazos, paulatinamente dejaba
de estremecerse, señal que el frío invernal de esa tarde abandonaba su cuerpo,
aunque aún seguía mirándome con ojos de incredulidad, con desconfianza tal, que
poca posibilidad me daba cual pobre constructor de historias.
No importando su falta de fe, le
abrí las puertas de mi hogar, sus heridas curé, y la cobijé. Esa noche fue
tormentosa, no por el inclemente clima ante el cual casi sucumbía mi huésped,
sino también por sus heridas y malestares, que robaban el sosiego a su ser.
Al día siguiente, casi no comió,
y al acercarme advertía su temor, sin duda alguna había sido maltratada por
otra mano humana. Se quejó de los graves sufrimientos inferidos en su pasado,
ese que para otros pesa, pero no en mi caso. Ante tal, únicamente atinaba a
tener la ilusión, que casi certeza, de cambiar su aún inconclusa biografía.
Así pasaron los días y las
noches, creciendo el cariño y fraternidad entre los dos. Salidas esporádicas me
hacían ver, que aquella tarde invernal había sido igualmente afortunada para
mi, por haber encontrado tan agradable compañía para mi vida.
El temor al humano se fue
disipando, lo advertía porque cada vez se iba desenvolviendo mejor, y aunque
prestaba más atenciones a algunos de ellos, lo justificaba por los muchos
sufrimientos que su pasado envolvía. Además entendía, que era yo alguien
especial en su vida, por lo bien que le había tratado, otra cosa no podía
merecer, sino el privilegio de compartir su existencia. ¿Vanidad tal vez? Pues
nada por hecho se debe dar, me decía una pequeña luz interior de alerta. Más
decidí no prestar atención y simplemente entregarme a la felicidad de aquellos
momentos, de la novedosa construcción, por nosotros creada.
Así los días y noches
transcurrieron, hasta que una tarde que ni tan fría, ni tan cálida, ya nadie me
recibió en el hogar, mi huésped se había marchado. Casi al borde de la histeria
la busqué en cada rincón de la casa, en cada lugar al que acostumbrábamos ir.
Seguramente de manera inconsciente, regresé a la calle de aquella tarde
invernal, donde la había visto por primera vez, seguramente la melancolía y el
dolor me condujeron hasta aquel paraje.
Grande e incluso grata fue mi
sorpresa, cuando la vi ahí, en efecto estaba de nueva cuenta caída lamentándose
de sus heridas y acariciándolas sin poder sanarlas. Al aproximarme, me di cuenta
de que le había regresado el temor por la mano humana. ¿Por qué me temes?, si nada te he hecho más
que tratarte bien, yo curé tus heridas y te di cobijo.
Pero ¿quién te ha herido esta
vez? No he sido yo, y como si un rayo de congelante luz me fuera disparado a la
mente, comprendí. En efecto, ¿quién si no he sido yo? ¿A que otra persona este
ser le había entregado el poder de dejarlo maltrecho? Es hasta entonces que
comprendí lo aquí ocurrido, y en esta última ocasión la dejé en el mismo lugar,
y sin voltear me aparté de ahí maldiciendo la traición.
En una calle como muchas, donde
los periplos se entrelazan pretendiendo construir felices historias, en esta
ocasión continué mi andar como si cualquier cosa hubiere ocurrido.
6 comentarios:
Claro que es el autor de mis desvelos no puedo ir a dormir por leer sus escritos...lindos Como siempre (penita)
La traición y el engaño fue para ella. El fue quien la traiciono...
Es casi imposible abrir una nueva ilusión cuando alguien te ha dañado y más si esa persona era el amor de tu vida. Toda persona que encuentres en el camino será alguien más. Coincido contigo lo mejor es seguir caminando como si nada hubiera pasado.
Bien por ti amigo.
No lo puedo creer hay mujeres así? Tenemos que desaparecer los paradigmas de las mujeres sufridas.
Dos obras que les pueden ayudar a reflexionar un poco más.
"Mujeres que aman demasiado". Autora: Norvin Norwood
"Mujeres que corren con los lobos"
Autora: Clarissa Pinkola Estés
Que lo que escribiste les sirva para reflexionar a todo el género humano.
Gracias por el comentario, en cuanto a la existencia de mujeres como la descrita, pues sin duda es un tema menor, toda vez que se trata de un ejercicio de creatividad. Aunque no dudo que existan.
Ahora bien, en este caso la fémina tiene un papel de víctima-victimario, ya que ha sufrido los desencuentros de las relaciones que ha tenido, pero a la vez está provocando el dolor de nuestro protagonista, por tanto la mujer sufrida no se refleja del todo en este cuento.
No obstante, como siempre he pensado, el pretexto imaginativo lo da un servidor con sus publicaciones y ustedes amables lectores lo enriquecen con las tonalidades de sus lecturas.
Muchas gracias por la retroalimentación, espero muy pronto tus visitas por este ESPACIO que es de todos.
Feminista de hueso colorado, difiero que alguien tenga que llegar a una mujer o a un hombre para sentirte mejor. En mi grupo de igualdad de género se suscitan tantas polémicas de estos temas. Pero es bueno la libertad de expresión para llegar a muchos acuerdos.
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