El ruido rompió la calma, el monólogo se convirtió en un diálogo, de la soledad ya nada quedó. El que se creía abandonado, acompañado siempre
había estado, se levantaron las voces y reclamaron,
le hicieron ver su realidad cabal.
Esos deseados ojos obscuros
como el más profundo de los abismos, accidentalmente se clavaron en los de él,
eran contrastantes con la piel clara que los rodeaba en delicadas facciones,
quedándose impregnados en su mente, tal como el aroma de su piel recién salida
del agua en el olfato.
Así la llevó en conciencia y
cuerpo, desde aquel sorpresivo encuentro con esos ojos punzantes que se
clavaron en un alma , la suya, y parecía no tener ya secretos ocultos para esa mirada,
había sido desnudada y ultrajada en brevísimos y placenteros instantes, ya no le pertenecía.
Los deseos, las pasiones, los
temores, los sentimientos, todos habían quedado al descubierto con tan solo una
mirada fortuita, como fortuita es la vida y
la felicidad. Incidentes que dan paso a los grandes descubrimientos y a los grandes horrores, dualidad deslumbrante y aterradora.
Distantes son, permanecen así
alejados como el verano lo está del invierno, alegrándose y subsistiendo porque
se saben, se intuyen y se conocen en esa cercana lejanía, insalvable como la
misma muerte, que es lo único que los separa. Posible es que un día se tienda
un puente y puedan sentirse, en perfecta fusión de pasión reparadora.
Pero hasta entonces, seguirán
implorando y buscando a la fortuita fortuna que sea anfitriona del encuentro de
sus miradas, entre diálogos destructores del silencio y en soledades
acompañadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario