Eres pasión prohibida y aún sin ignorarlo ansío tal posesión, que inolvidable para los dos sería, la intensidad del momento en el que la barrera de tu vestimenta cayera vencida por mi acometida. 

Empezando por tocarte el alma, para su posterior y salvaje posesión através de tus ojos, por aquellos que son fiel reflejo de tu ser y de los que vivo eternamente prendando, desde que ese par de ladrones me desposeyeron de la voluntad, que férrea evitaba sentir por ti, amar por ti, desear por ti.

Pasión prohibida, inatendida y evitada por conjunción de crueles barreras, que aun interpuestas no son insalvables por sí mismas. Lo insalvable es el temor, no al disfrute, sino al después, a la existencia propia y consecutiva a la intensidad de la breve y cálida humedad. 

Mi superviviencia desde tu partida, desde tu lejanía, desde tu ausencia. Aquella abominable distancia occidental que obstaculiza mi presencia en tu vida. 

Execrable alejamiento que apodera mi espíritu de un angustioso temor al no ser yo, quien poseyera salvajemente el alma por tus ojos, por aquel par de ladrones...