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domingo, 30 de marzo de 2014

ABDIEL (final)

Mi anciano amigo continúa con su relato:

Pues este era él, hasta que llegó su caída por así decirlo, un buen día lo que debía ser una cena familiar feliz, por una insignificancia se descontroló y tuvo una fuerte discusión en el carro, la esposa bajó violentamente del automóvil en plena marcha tal vez para huir, no de la discusión sino de esa vida tan llena de violentas y frenéticas expresiones de Abdiel, que eran tan atrayentes como destructivas…
Abdiel frenó y bajó del coche apresurado, era una noche de tormenta, vio a su esposa tirada en el asfalto dejó a los niños aterrorizados dentro del vehículo, lo peor vino después…
-que ocurrió,  le pregunté aterrada,

en esa noche poca era la visibilidad, su esposa se iba levantando de la estrepitosa caída, pero otro vehículo en sentido contrario se acercaba velozmente, él le gritaba pero ella no respondía, era de esas ocasiones en que la histeria de una mujer era encolerizante, pues de una situación absurda se aproximaba una gran tragedia, se presentía el viento lo anunciaba,  el vehículo no se detenía…. Ahí te puedo decir que Abdiel murió y resucitó…

-¿por qué?

Fue presa de dos enemigos, el inmenso amor que sentía por su esposa que sólo logró reconocer hasta ese instante y la desesperación, no supo que hacer  y únicamente atinó a lanzarse al vehículo en marcha para detenerlo, fue arrollado y el impulso lo arrojó más allá de su esposa la escena fue tremenda; sin embargo, el vehículo se detuvo sin dañar a su mujer, había alcanzado su objetivo y a él su destino.

Pasaron semanas las heridas de ella habían sanado, pero el aún luchaba por sobrevivir. Al principio  su mujer iba continuamente al hospital y poco a poco las visitas eran menos y más separadas, así pasaban semanas e incluso meses sin verla en la habitación de nuestro amigo, una ocasión me confesó que no quería regresar, que sentía ya odio por él, por su carácter, por su neurosis, así que un buen día no regresaron ni ella ni sus hijos, nadie lo iba a ver, quedó solo, ¡su familia lo había declarado muerto!

Cuando despertó después de un año, no recordaba nada, absolutamente nada, solo gemía y lloraba yo lo calmaba y le enseñé primero a hablar, a caminar, volvió a ser ese niño dulce y cariñoso que alguna vez fue, y de ahí sus primeras letras y después lo básico leer, escribir y sumar y restar, lo demás lo ha ido retomando poco a poco, su habilidad con el dinero, la está recobrando por eso administra el lugar, acaba de abrir una cuenta bancaria para tratar de ganar un poco de intereses con el poco dinero que obtenemos.

-  ¿y de su esposa, qué sabe?

Ella lo abandonó, ahora sé que rehízo su vida a lado de un hombre bueno, que la ama al igual que a los niños.

-Sabe de Abdiel

- Sí sabe, de hecho en ocasiones la he visto rondar el atrio de la iglesia, lo ve pero no se atreve a hablarle.

-¿Cómo es posible?

Señorita, de qué se sorprende esta es una historia donde nadie es bueno o malo, únicamente son circunstancias, sólo eso. ¿Quién podría vivir con él?, no es malo, pero no puede controlarse.

Usted lo hace, -es muy distinto- me respondió,

-tiene usted razón porque el amor del padre es inconmensurable, lo comprendo, -al decir esto le veo una mirada incrédula en mi anciano interlocutor y solo me dice-, ¿Cómo supo?, Señor usted mismo me lo dijo, soy buena observadora y aún mejor escucha.

Déjeme decirle que Abdiel ha tenido una gran fortuna en contar con usted, y creo que no decirle nada de su pasado ha sido una buena decisión, Dios ha decidido darle una segunda oportunidad, en ese accidente como usted bien dijo, murió y resucitó.


Por hoy me retiro, mañana volveré para seguir apoyándolos, un placer, -me alejo del padre de Abdiel, con una sonrisa irónica, pareciera que Dios decidió formatear una vida, se diría en tiempos actuales…

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