Inclemente invierno, mala idea la de salir a distraerme;
aunque, por esos momentos de equivocadas decisiones, podemos llegar a lugares
con personajes inimaginables. El mío ahí estaba, de mirada melancólica y
sonrisa provocada por el gozo que le daba servir a sus semejantes, que en este
caso eran los muchos malvivientes que acudían al refugio donde obsequiaba sus
tardes y algunas ocasiones el día entero, sobre todo aquellos cuando el frío se
apoderaba de la ciudad, sometiéndola hasta al amanecer.
Arduo trabajo, pues no dejaban de llegar los
infaustos que buscaban el calor de cualquier lugar, dispuestos a todo con tal
de no morir solos y de la mano del depredador frío invernal que año tras año se
ensaña con ellos.
Era fácil adivinarlo, algo más había detrás de sus amables
respuestas y atenciones, pues yo que conocedora me considero de la naturaleza
humana, advertía en sus ojos lo que podría ser la tristeza propia de los que lo
han intentado y han fracasado. Era demasiada mi curiosidad me acerqué para
conocerle, tal vez para poder adivinarle más con su cercanía.
Me ha recibido con un gesto cálido y mucha amabilidad, sobre
todo cuando le comenté que como él quería apoyar en las labores del albergue,
así pues me posesioné de mi tarea, me puse un delantal para servir alimentos, que según
me explicaron era lo mejor que podían hacer con los escasos recursos con que
contábamos.
Entre tanto platiqué con él, me enteró que tenía una extraña
afición por la escritura, aunque no hacía mucho que había sido rescatado del
analfabetismo, pero con asombrosa facilidad aprendió todo lo que se refería al
manejo del gentil idioma cervantino. Percibía también que caminaba con una
ligera cojera, un poco de rengueo presentaba su rodilla derecha, posiblemente
un accidente, pero en honor a la verdad era prácticamente imperceptible. Le
pregunté a qué se dedicaba, y me dijo con mucho entusiasmo, como el de los
infantes, que vivía con unos padres en una parroquia que estaba muy cerca de
ahí.
Más algo disparó mi inquietud, le pregunté desde cuándo, -desde
siempre- me dijo, lo que me hizo suponer que sería huérfano o niño abandonado,
y me corrigió, afirmó que desde siempre ha estado ahí, pero no podía precisar
desde cuándo, sólo sabía que desde siempre.
Me percaté que una nostalgia había invadido su mirada, y un
dejo de tristeza se apoderó de su voz. Ya no quise torturarlo con mis
impertinencias, así que cambié la plática. Al final de una fatigadora tarde de
labores, me senté por un momento, al lado justamente de quien era el responsable
del albergue, un señor cerca de los setenta años de vida, al tiempo que me
senté me abordó, -inquietante personaje, ¿verdad?-, le pregunté a quién se
refiere, de inmediato volteó a verme con profunda mirada, algo reclamante
podría decir, y me afirmó:
-Te he observado desde que llegaste, de inmediato te
acercaste a Abdiel, y estuviste platicando con él toda la tarde, y le has tocado sus más sensibles recuerdos,
lo noté porque poco después de que lo dejaste ya no pudo controlarse y se tomó
un momento para salir y poder derramar unas lágrimas a solas.
-Perdón, yo no he querido…
- No te preocupes, no has sido tú son sus demonios que aún lo
persiguen al pobre infeliz…
-¡Pero por favor cuáles demonios!, sí se ve que es un hombre de
paz y de cálido espíritu…
-¿Eso te parece?, dime qué te ha llamado la atención de él,
- Sus manos, se ven maltratadas pero no curtidas, me da la
impresión de que no se ha dedicado a trabajar en cosas manuales, su maltrato
delata que tiene poco tiempo en este tipo de tareas, y bueno de acuerdo a su
edad me parece extraño.
-Buena observación, ¿qué más?…
- Su ropa modesta, pero bien combinada y pulcra, además se
le ve dulzura y tristeza en su mirada, no sé, es como si estuviera fuera de lugar,
aunque es feliz aquí, no entiendo el porqué, pero así es, lo siento como un
velero en el desierto, como que no termina de encajar en el refugio, aunque los
indigentes lo quieren de verdad, creo que los ha ayudado a todos desde hace
tiempo, lo abrazan le hablan con cariño y el les responde igual. Aunque algo me
llamó la atención, no me quiso decir desde cuándo vive con los sacerdotes de
aquí cerca,
- No pudo, no es que no haya querido, lo has estudiado muy
bien pero no tienes aún toda su historia, por eso no me comprendes cuando hablo
de sus infiernos.
Y esto marcó el inicio de una historia de cruenta realidad
humana…
1 comentario:
Verdad o mentira?
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