Inició como un capullo, tierno y delicado, que a cada paso
de su vida se fue descubriendo, hasta que se reconoció como objeto de deseo, el
entorno despiadado perfecto resultó para la devastadora batalla contra una
esencia, la primigenia, la que ahora no existe.
Aquella esencia que tal vez era demasiado sutil, demasiado
suave para esta contemporaneidad, que resulta ser implacable contra los tiernos
de alma, de espíritu noble.
A cada día posterior al inicio de su evolución, los chacales
fueron avivando ese sentido tan inocentemente adquirido, enardecieron sus instintos
y soberbia, para sorprenderse a sí misma
haciendo lo que antes condenaba en aquellos felices días en que
tenía un ser perfectamente delineado e identificable, delicado él, que se separaba
del común de las almas que deambulamos por estos ruines lares.
Ese ser fue
encontrando en los voyeristas y promiscuos placeres, una identificación
perversa e insensible. Ahora me resulta del todo desconocido, sobrepasa todos
los límites, esos que incluso para alguien como yo existen.
Pero detengamos esta historia, de la que
me separo, porque renuncio a mi calidad de testigo, han sido atroces los hechos
de los que puedo dar fe, por lo que me quedo hasta este momento, hasta el hoy.
Porque el hoy, es oportuno dedicarlo a la memoria de lo que una vez fue, por
que el hoy es un buen día, mejor como ninguno, para declarar la muerte de un
ser que dejó su espacio vital para ser invadido brutalmente por otro.
Como decirte, como justificar y dar la cara ante un difunto
cuya razón de inexistencia, cuya perversión inicié. En efecto yo fui uno de
esos chacales, que con sus incisivos colmillos iniciaron tu perdición, por ello
en algún momento habré de saldar deudas con quien se entretiene con nuestras vidas, pero por hoy
de ti me desprendo, confesándote mi incapacidad de seguir la historia de un ser
por mi ya desconocido, de un cuerpo sin alma, aquella por la que acudo en luto a despedirme.
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