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lunes, 21 de febrero de 2011

VITIVINICULTURA

Después de haber saciado nuestros instintos, te pregunto ¿por qué no te quedas esta noche?, tan solo esta noche, tu respondes con apuro mientras levantas tu falda que quedó en algún rincón perdido de la habitación, no puedo lo sabes, tengo cosas que hacer muy temprano mañana, con la insistencia del que se aferra a sus ilusiones te replico: ¿y? desayunamos, y nos vamos cada quien a su trabajo.

Tu con una sonrisa casi compasiva me besas en la frente y me dices con tu voz en tonos bajos, me voy cariño, estamos en contacto, cerrándose ruidosamente la puerta a tus espaldas.

Y de nuevo solo, en la penumbra de mi habitación en que se cuelan apenas unos rayos de luna, iluminando con tenue melancolía aquellos rincones donde hace tan solo unos instantes cubrías tu piel con la mía y tus labios con los míos, mientras grita en mi mente un incesante deseo de no permanecer solo en esta existencia que será la única.

Aún queda caldo en la botella de chateau en la mesa de centro de la habitación, la cual tomo y bebo de ella con gran urgencia como si se tratase de ti, de tu sangre, de tu ser, del alma que he soñado con poseer.

Pero el producto de la vid es mi único compañero esa noche, busco con desesperación las cartas escritas en cualquier papel, donde me dice que le importo, que me ama, que me desea y que quiere permanecer conmigo hasta el momento en que muera. La releo como si buscase algo nuevo que no haya advertido ya en alguna de las miles de ocasiones en que las he estudiado con el mismo fin; sin embargo, la intención y el contenido ha sido revelado desde hace ya muchas lecturas.

Con desesperación me veo en el espejo y me siento desolado, de pronto mi departamento se vuelve mi enemigo y en abrumante encierro termino de vestirme y salgo a la calle buscando respirar aire que no tenga su aroma. Vestido para la ocasión con una camisa a medio cerrar un saco de piel negro deambulo por el parque anfitrión de esa fuente testigo de nuestros andares, de los momentos dichosos y de las múltiples y tensas discusiones.

Quisiera que por esa noche apareciera un sol deslumbrante, para poder cubrir mis ojos con gafas obscuras y así ocultarme de aquellos que se me quedan mirando fijamente como si adivinasen mis pensamientos y necesidades. Por supuesto, el astro no está atento a mis deseos, y tengo que seguir mi camino como si estuviese desnudo del alma, lo único que me pertenece que no me gustaría que viera alguien.

Perseguido por los recuerdos, por el ayer y las oportunidades desperdiciadas, continúo caminando sin rumbo fijo, cuando de pronto la encuentro en una cava mercantilizada, bella delicada, sensual, con falda entallada y blusa escotada, piernas largas casi interminables como mis delirios nocturnos, con el cabello de negro tan intenso que llega a tener destellos azulados, como si fueras una zinfandel, y nuevamente te abordo…

- Sin duda el vino es el tinto, eso dicen los que saben, pero algunas veces el blanco es un buen acompañante, y si me lo permites te sugeriría los alemanes Liebfraumilch que con sus tintes afrutados y la temperatura adecuada son una verdadera delicia…

¿Tu crees?, respondes mientras clavas tus ojos en los míos y mojas tus labios con un sexual movimiento, es milagroso el encuentro parecería que no nos hemos dejado ver por tanto y tanto tiempo, la química feromónica había hecho vigorosamente su trabajo, lo demás era puro trámite. Nos adivinamos con la mirada, y claro habría que agotar la charla intrascendental para dejar a salvo tu decencia, esa prejuiciosa decencia, te conduzco una vez más a mi habitación y te hago mía con la intensidad del caso, esa que siempre nos caracterizó y que ha sido nuestro sello en cada lascivo episodio.

Una vez más hemos saciado los instintos y mientras buscas tu falda que quedó tirada en algún rincón perdido de la habitación te pregunto, ¿por qué no te quedas esta noche?, tan solo esta noche, y de nuevo se escucha el rechinar de la puerta que se cierra a tus espaldas…

No comprendo, porque una y otra vez me ocurre esto, de nueva cuenta la desesperación me hace su presa y busco ansiosamente tus cartas escritas en cualquier papel, donde me dices que te importo, que me amas, que me deseas y que quieres permanecer conmigo hasta el momento en que mueras, en que se muera, ¡tal como lo hiciste! y aterrado veo la esquela que publiqué cuando tu existencia se separó de la mía, el recuerdo nubla mi mente, no logro entonces comprender con quién he estado tantas ocasiones, como las ocurridas esta noche.

Me derrumbo en el piso de mi departamento, y observo el claro de luna que furtivamente se cuela en la obscuridad, y concluyo que aunque sigo buscándote y encontrándote en toda clase de vides, aún no logro mi cometido de que esa incesante y placentera búsqueda me provea de la conclusión virulenta de mi vida y por fin pueda ir a tu encuentro en lo que sea que venga después de haber cruzado el viñedo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante la forma en que logras darle tantas tonalidades a esa escena tan intensa, tan oscura, llena de sensualidad y melancolía. La mente viaja y se queda como mudo testigo, ahí contigo, en ese episodio de un amor tormentoso, impregnado en la memoria y enemigo del olvido.

Te felicito... sigues creciendo porque la sensibilidad ya es tuya.
Hermoso!!

Anónimo dijo...

Me encanto, así es la búsqueda intensa de encontrar lo que tanto necesitamos. Ese ir y venir deseando que alguien llene la inmensa soledad que a veces sentimos por haber pérdido un amor.
Exquisita combinación vino, amor y pasión.
Mi más sincero respeto y admiración por tu forma de sentir y escribir.